Viajaron a Madrid
desde toda España en peregrinación para ver a su jefe, que no para oírlo, como
viajan a la Lourdes belga los desorientados dirigentes catalanes para ver al
suyo, aunque allí sí lo oyen, pero tampoco lo escuchan.
La política
española se ha convertido en un diálogo de sordos, aunque también, para lo que
hay que oir,… se dirán algunos.
Sordos y mudos.
Ni quieren oir, ni saben escuchar, y lo peor de todo, ni tienen nada que decir.
El que habla no sale en la foto. Nadie sabe ni contesta. Para eso creen que los
votamos, que no elegimos, como nuestros representantes. Para que callen nuestra
voz, para que no tengan nada que decir, más que seguir fielmente a su líder, el
que verdaderamente los eligió poniéndolos en las listas, y del que depende en
última instancia que sigan estando en las listas ésas, las que nos hacen votar,
que elegir no elegimos nada, por mucho que Podemos quisiera empoderar a
aquellos círculos con los que pretendía desarrollar la cuadratura de su poder
magnífico.
La política
española se parece demasiado a esa serie británica que echan por Netflix, The
Crown, en la que el jefecillo –o jefecilla- se siente elegido por el poder
divino, colocado en la poltrona como por arte de magia, mientras sus servidores
se encargan de arreglar y engrasar los resortes para que parezca un poder legítimamente
ejercido.
Y mientras, los
sufridos votantes, creyendo que con sus reclamaciones bandera al viento pueden
resolver algo…
Como diría Gemma
Nierga tras el asesinato de mi profesor Ernest Lluch: señores políticos,
ustedes que pueden, DIALOGUEN.
Excelente, PETRA.
ResponderEliminarNo sé si tenemos que abandonar toda esperanza...
El pesimismo es una forma de mantener la esperanza, sacando nuestros fantasmas, demonios y pesares.
EliminarOtra forma de hacer política es posible. Debe serlo. Se necesitarán, probablemente, muchos desengaños personales, pero creo que se puede conseguir.